Comunicado
Global

¿Por cuánto tiempo más deben mantener la esperanza las comunidades que habitan zonas proclives a los desastres?

Suiza - El 2015 fue el año de los anhelos en materia de migración mundial y para las comunidades humanitarias.

Ese año fuimos testigos de cómo la Agenda de desarrollo sostenible 2030 reclamaba medidas efectivas y un apoyo fortalecido para empoderar a las personas desplazadas y a los migrantes como parte de un compromiso más amplio para “no dejar a nadie detrás”. Esto representó un progreso importante en los Objetivos de Desarrollo del Milenio que no tenían nada para decir acerca de la migración, y mucho menos de la contribución que puede hacer al tema de la resiliencia o del desarrollo sostenible.

También en el año 2015 el mundo se unió con el objeto de ponerse de acuerdo respecto del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres, el cual estableció compromisos esenciales para reducir sustancialmente los riesgos de desastres, pérdidas de vidas y de medios de subsistencia, así como mejorar la salud. Como parte de la arquitectura de desarrollo construida en torno a la Agenda 2030, el Marco de Sendai es el primer acuerdo mundial sobre la reducción de riesgos de desastres que incorpora referencias claras a la movilidad y al desplazamiento. Los compromisos centrales no solamente reconocen el desplazamiento como una principal consecuencia de los desastres, sino que también reconocen las importantes contribuciones que los migrantes hacen – a través de remesas, redes, habilidades e inversiones – en la reducción de riesgos y el aumento de la resiliencia.

En diciembre de ese mismo año, en la Conferencia sobre Cambio Climático de París (COP21), 195 países adoptaron por primera vez un acuerdo universal y legalmente vinculante sobre el clima. Este fue un avance ampliamente esperado. Lo trascendente es que el Acuerdo de París reconoce la necesidad de proteger a las poblaciones vulnerables, incluyendo a los migrantes, y establece una fuerza de tareas dedicada a avanzar en estrategias que eviten, minimicen y aborden el desplazamiento vinculado al cambio climático.

Tres acuerdos históricos que muestran el verdadero poder de la cooperación internacional y que en conjunto reflejan las esperanzas de una comunidad global que aspira a un futuro sostenible, más próspero y más seguro para todos.

Esta semana, la Plataforma Mundial para la Reducción del Riesgo de Desastres nuevamente une gobiernos y grupos locales e internacionales con el fin de revisar el progreso alcanzado hasta ahora respecto al avance desde 2015 respecto a uno de nuestros modelos de esperanza: el Marco de Sendai. Es importante que la reunión tenga lugar en Cancún, México, en donde los vínculos entre la movilidad humana y el cambio climático fueron reconocidos por vez primera a través del Marco de Adaptación de Cancún en 2010.

Si bien en 2015 se ha progresado de manera significativa, ahora las intenciones deben convertirse en acciones concretas a fin de cumplir con los compromisos que hemos hecho como comunidad internacional.

No tengo dudas que si no aprovechamos la oportunidad que este foro mundial de líderes nos presenta para pasar del compromiso a la acción podríamos volver fácilmente al punto donde comenzamos antes de 2015, o incluso antes de 2010.  Es esencial que actuemos conjuntamente a fin de reducir los riesgos y de construir resiliencia sobre la base del reconocimiento del importante rol que la movilidad humana juega para el desarrollo inclusivo, el desarrollo sostenible, la construcción de resiliencia y especialmente, para la reducción de los riesgos de desastres.

Los desplazamientos masivos continúan siendo una de las consecuencias más visibles de los desastres. La esperanza que sentimos en 2015 contrasta con el profundo sufrimiento de los 19,2 millones de personas que este año se han visto obligadas a desplazarse a raíz de desastres naturales ocurridos en 113 países.  Esto representa más del doble del número de los desplazados por conflicto y violencia en el mismo año. Mientras las cifras aumentan y las soluciones parecieran ser más y más lejanas, ahora es más urgente que nunca la necesidad de intensificar nuestros esfuerzos conjuntos para construir la resiliencia en comunidades vulnerables frente a los desastres y al desplazamiento.

La OIM como Organismo de las Naciones Unidas para la Migración está aportando su contribución a esta construcción mediante el lanzamiento de un Plan de Trabajo Estratégico sobre la Reducción de los Riesgos de Desastres, el cual está alineado con el Plan de Acción de la ONU.  Desde el Marco de Sendai, la OIM ha estado trabajando en la Reducción de los Riesgos de Desastres en 26 países.  Las sociedades cumplen un papel fundamental para reducir el riesgo; las asociaciones con gobiernos y organizaciones locales, pero lo que es aún más importante, el trabajo conjunto con las personas desplazadas, los migrantes y las comunidades en riesgo.  Nunca seremos totalmente exitosos a menos que sean las comunidades mismas las que tomen la delantera en la elaboración de estrategias que reduzcan sus propios riesgos y contribuyan a crear resiliencia.

Las personas que viven en zonas proclives a los desastres ya están cumpliendo con la parte que les corresponde.  En Myanmar, Mozambique y Filipinas nos hemos preparado para que las comunidades puedan afrontar desastres, y lo hemos hecho en nuestra calidad de agencia líder mundial en gestión y coordinación de campamentos de acogida en ocasión de desastres naturales.  En Pakistán, Vanuatu, Nepal, Rwanda y Timor-Leste hemos asistido a miles de hogares para que se recuperen de las consecuencias de los desastres, a través de la reconstrucción de viviendas más sólidas, la restauración de la infraestructura y el apoyo para procurar medios de subsistencia.  También estamos trabajando con las comunidades a fin de prevenir nuevos riesgos en países en Indonesia, Afganistán y Micronesia. 

Sabemos que la movilidad puede salvar vidas, mejorar la resiliencia y reducir los riesgos; pero la movilidad puede también llevar a situaciones de vulnerabilidad.  Mientras somos testigos de mucho sufrimiento en la zona este de África y en otras zonas cercanas afectadas por la sequía, debemos asegurarnos que nuestros esfuerzos para reducir los riesgos de desastres tengan en cuenta la movilidad humana tanto respecto al severo impacto que tiene sobre las poblaciones vulnerables como en su calidad de estrategia de adaptación para la resiliencia.

No podría afirmar por cuanto tiempo más podemos pedir a las comunidades proclives a los desastres que conserven las esperanzas de que un cambio está por llegar. En realidad, a esas comunidades no tendríamos que hacerlas esperar más.

Es hora de implementar los compromisos asumidos en 2015.

William Lacy Swing
Director General
OIM, el Organismo de las Naciones Unidas para la Migración