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Ni una sola gota de agua que desperdiciar – La migración de las zonas rurales a las zonas urbanas pone de relieve los desafíos medio ambientales de Tanzania
"Al llegar aquí no había más que selva y
animales salvajes, inclusive leones," recuerda el Chairman Juma
Omar Shindo, uno de los primeros migrantes de lo que ha pasado a
ser una de las mayores extensiones urbanas de Dar es Salaam, ciudad
principal de Tanzania.
"La selva, por aquellos entonces, pertenecía en su
totalidad a los misioneros y sólo existían algunas
viviendas aisladas".
Sentados en un diminuta oficina abierta al exterior ubicada en
una polvorienta callejuela, en una esquinita de la cada vez
más grande zona de Mbagala, es difícil imaginarse
esta imagen de hace 50 años.
Aunque, según recuerda Chairman Juma, líder de la
barriada de Bughdada, algunas personas comenzaron a construir sus
hogares a finales de la década de los 50 en zonas ahora a la
moda en Dar es Salaam, hubo que esperar hasta la década de
los 80 para que la migración desde las zonas rurales de
Tanzania se apreciase de manera significativa.
"Hasta ese momento, no existían infraestructuras. No
había carreteras y las escuelas y clínicas eran
mínimas. Tampoco existían medios de transporte,
así que nos desplazábamos a pie. Llegar al hospital,
que contaba con un solo médico, nos tomaba dos días
andando. Comprábamos el agua que había sido
extraída con bombas de mano y la pagábamos en
céntimos. Hoy día pagamos en chelines," rememora.
Algunas décadas después, la falta de
infraestructuras sigue siendo un grave problema, en particular en
clínicas, farmacias y escuelas. A pesar de que se trata de
una muletilla habitual en boca de los residentes de la
región de Mbgala, la más recurrente hace referencia a
la escasez de agua en una ciudad incapaz de hacer frente a las
demandas de una población que crece rápidamente.
Aunque se estima que la población de Mbagala es de
200.000 personas, se desconoce la cifra exacta de habitantes de
esta ciudad en la que un 90 por ciento de los ciudadanos son
migrantes llegados de todo el país. La historia se repite en
otras zonas de Dar es Salaam, ya que no es habitual encontrarse con
alguien que sea originario de la ciudad.
La población oficial de la antigua capital de Tanzania se
eleva a unos 2,7 millones de personas pero se calcula que esta
cifra puede ser superior a los 4 millones y sigue en aumento.
Mary, una trabajadora social que llegó hace 10
años de la región del Kilimanjaro, tiene que recorrer
500 metros para llegar al pozo del que obtiene agua. Cada cubo que
transporta hasta su casa le cuesta 30 chelines tanzanos (US$0.03
por cubo).
"Hoy día es mucho más difícil obtener agua
que antaño. Antes, por 8.000 chelines al mes,
teníamos agua corriente en casa. Un día no
llegó más el agua," explica. En su opinión,
las tuberías se rompieron y nunca se arreglaron. Como muchas
otras personas, compra agua a alguien que no ofrece ninugna
garantía acerca de la calidad del agua que ha obtenido tras
haber excavado un pozo.
Anna llegó hace dos años a Dar es Salaam junto a
su marido e hijos después de que el cultivo y la venta de
verduras en Tabora, Tanzania occidental, ya no daba para vivir. En
el mejor de los casos, pueden pagar cinco cubos de agua al
día.
Con un marido que no goza de un buen estado de salud y que
está incapacitado para trabajar, Anna debe luchar duro para
sacar adelante a una familia de cinco miembros que vive en una
minúscula habitación sin electricidad. Los cinco
cubos de agua sirven para beber, lavar y cocinar y tienen un coste
total de US$0,15. En un país donde millones de personas
viven con menos de US$1 al día, esto supone una suma de
dinero considerable.
En las zonas lujosas de la ciudad, tal y como el barrio
diplomático, el agua es transportada en camión y no
supone el mismo problema.
La demanda diaria de agua asciende a unos 450.000 metros
cúbicos. Sin embargo, la Autoridad de Agua y Alcantarillado
de Dar-es-Salaam (DAWASA, por sus siglas en inglés),
encargada de abastecer la ciudad, sólo puede proporcionar
270.000 metros cúbicos.
Según Jackson Midala, Oficial Principal de Operaciones,
las autoridades de la ciudad habían previsto un crecimiento
de la población del 3 por ciento anual. En cambio, el
crecimiento actual es del 8 por ciento.
La ciudad depende de los recursos superficiales y
subterráneos, fundamentalmente de dos centros de tratamiento
de agua a lo largo del río Ruvu.
No obstante, el caudal del río no es el mismo que hace
unos años y sus corrientes son más peligrosas de lo
que solían ser. Las lluvias, que antes caían dos
veces al año, ahora sólo lo hacen una vez.
Estas son las repercusiones de la disminución de los niveles
de agua en un país que depende de la hidroelectricidad. Los
niveles de los ríos descendieron significativamente en 2007,
afectando de manera negativa al abastecimiento eléctrico de
Dar y obligando a racionar la electricidad, lo cual, a su vez,
repercutió en los negocios y en los impuestos tributarios
del gobierno.
Además del cambio de las pautas meteorológicas,
DAWASA debe hacer frente a otras dificultades.
El crecimiento de la población y la construcción a
gran escala y sin planificación han ido de la mano y han
planteado especiales dificultades a las autoridades responsables
del agua en zonas donde no existen infraestructuras
hídricas.
"La solución al problema pasaría por la
construcción de una presa en el Ruvu capaz de almacenar los
excedentes de agua de una buena estación lluviosa," afirma
Midala. No obstante, el plan de construcción de una presa en
una reserva cinegética de Kidunda -que entrañaba la
pérdida de propiedades de residentes- nunca se llevó
a cabo debido a los costes ecológicos y humanos.
Las autoridades se han dado cuenta de que el río Ruvu es
un recurso finito y se niegan a explotar el agua subterránea
debido a las repercusiones medio ambientales derivadas; sin
embargo, sus opciones son muy limitadas. El descenso de las
precipitaciones y el aumento de la demanda de un recurso vital cada
vez más escaso no dejan prácticamente
elección.
Por un lado, se llevan a cabo obras para perforar 20 pozos
profundos capaces de producir 260.000 metros cúbicos de agua
al día. Por otro, pronto se ampliará el plan de
tratamiento del Ruvu con el objetivo de aumentar su
producción hasta alcanzar los 90.000 metros cúbicos
diarios. Asimismo, la Embajada Noruega financiará con US$ 6
millones una investigación sobre la sostenibilidad de la
explotación de un acuífero profundo que podría
ayudar a abastecer las necesidades hídricas de la
ciudad.
Aunque Dar es Salaam alberga a un 10 por ciento de la
población nacional, otras zonas de Tanzania se ven
igualmente afectadas por el acceso incierto al agua, lo cual
repercute en el aumento de la migración desde las zonas
rurales.
Algo similar sucede en la ciudad septentrional de Arusha, donde
el boom demográfico no ha contado con una
planificación adecuada de la ciudad ni con una buena
gestión de los recursos. Granjeros y trabajadores
agropecuarios se encuentran en primera línea de fuego del
cambio climático y de la degradación medio
ambiental.
La nieve del Monte Kilimanjaro, la montaña más
grande del continente, ha sido durante mucho tiempo una imagen
icónica de África oriental. No obstante, en la
actualidad, incluso si el día está despejado, es
difícil ver la nieve. Durante el siglo pasado, el
Kilimanjaro perdió un 82 por ciento del total de la nieve.
Los científicos temen que para el 2020 se haya derretido por
completo.
A pesar de que las fértiles laderas y tierras vecinas son
famosas por las plantaciones de café y plátano, los
lugareños afirman que ya no son tan prósperas. Si
bien la erosión del suelo y la ausencia de sistemas de
riesgo tienen parte de culpa, el cambio climático juega un
papel importante.
Un párroco de la zona y residente de toda la vida de
Moshi, principal ciudad de la región del Kilimanjaro,
explica que los habitantes no ganan lo mismo que antes y que los
medios de subsistencia corren el riesgo de desaparecer. Por ello,
la solución más sencilla es dejarlo todo e ir a las
ciudades en busca de trabajo. Las sequías, las malas
cosechas y la degradación medio ambiental han obligado a
algunos agricultores tanzanos de las regiones más
áridas a abandonar sus tierras y cambiarlas por las luces
brillantes de la ciudad para descubrir que el agua sigue siendo un
problema igual de importante allí que en sus lugares de
origen.