-
Quiénes somos
Quiénes somosLa Organización Internacional para las Migraciones (OIM) forma parte del Sistema de las Naciones Unidas y es la organización intergubernamental líder que desde 1951 promueve una migración humana y ordenada para beneficio de todos, con 175 Estados Miembros y presencia en 171 países.
Sobre nosotros
Sobre nosotros
-
Nuestro trabajo
Nuestro trabajoComo organización intergubernamental líder que desde 1951 promueve una migración humana y ordenada, la OIM juega un rol clave apoyando el logro de la Agenda 2030 por medio de diferentes áreas de intervención que conectan la asistencia humanitaria con el desarrollo sostenible.
Qué hacemos
Qué hacemos
Partenariados
Partenariados
- Dónde operamos
-
Actúa
Actúa
Trabaje con nosotros
Trabaje con nosotros
Participe
Participe
- Datos e investigación
- 2030 AGENDA
El largo viaje a casa de los nacionales que retornan a Sudán del Sur
Esta es la historia de la increíble resistencia de los
nacionales de Sudán del Sur que retornan de Sudán
(del norte).
En el puerto de Juba, me encontré con un grupo que
aguardaba a que sus maletas fueran descargadas de una
montaña de pertenencias de todo tipo entre las que se
podían encontrar camas, sillas, muebles rotos, bicicletas,
motocicletas…
"Partí de Jartum en marzo del año pasado y mi
viaje todavía no ha concluido. Entre la comunidad del sur
alojada en el campamento, corrió la voz de que quienes
desearan retornar recibirían ayuda para volver a casa. Al
final, pasé siete meses desamparado en la estación de
paso de Kosti. Hace una semana que desembarqué en el puerto
de Juba, pero aún no puedo volver a casa", explica John Juma
en árabe con un perfecto acento del norte.
La de Juma es una historia de extraordinarios sufrimiento y
resistencia humana. En 1983, con 23 años, huyó de la
guerra en el sur y llegó a Jartum sin dinero y sin nadie a
quien acudir. En la estación de autobuses conoció a
alguien de su misma tribu que le prestó lo necesario para el
pasaje. Así llegó a Jabaroona, un extenso campamento
para desplazados internos a las afueras de Jartum cuyos residentes
son, principalmente, sudaneses del sur.
Comenzó a ganarse la vida realizando trabajos
esporádicos como constructor, fabricando estructuras
semipermanentes empleadas como refugio en los campamentos. "Me vi
obligado a hacer todo lo que hice para sobrevivir porque el
Gobierno, al ser del sur, no me empleaba, ni siquiera habiendo
estudiado ingeniería", explica Juma.
"Si bien me alegra retornar a un Sudán del Sur
independiente, hubiera preferido abandonar el norte poco a poco, de
modo que mis tres hijos no hubieran sufrido las penurias vividas
durante el viaje", añade Juma.
Inició junto con su mujer, sus tres hijos y un grupo de
compatriotas este viaje que se tornaría en pesadilla en
cuanto alcanzaron Kosti, a mitad de camino entre Jartum y el
sur.
Allí, a la espera de recibir asistencia para llegar al
sur, se alojaron en un refugio improvisado durante siete meses,
durmiendo al raso en una habitación hecha con láminas
plásticas.
Cuenta que el mediodía era el momento más
difícil para él. El sol quemaba tanto que hasta
aquellos acostumbrados al calor sentían estar
abrasándose vivos. Los que peor lo pasaban eran los
niños. Entretanto, la familia tuvo que encontrar trabajo en
el campamento para complementar sus escasos ahorros y las raciones
ofrecidas por el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones
Unidas.
Juma tiene la sensación de que tanto el Gobierno como las
organizaciones humanitarias los abandonan a su suerte una vez en
Juba, aunque tiene buenas palabras para la OIM: "He visto al
personal de la OIM trabajando aquí en el puerto a diario;
recibiendo a los recién llegados y cargando las barcazas que
partían a los destinos finales".
Sin embargo, para él y para quienes Juba es el destino
final, la historia cambia. Una vez en el puerto, se les informa de
que ya han llegado a casa y que deben arreglárselas por
sí mismos. Estos es: descargar el equipaje y abonar el
precio del transporte hasta el lugar que han encontrado para vivir.
También dejan de recibir raciones de alimentos, a pesar de
haber pasado más de una semana en las instalaciones
portuarias.
Juma cree que los comerciantes también quieren
aprovecharse de los retornados.
Como saben que la mayoría no tiene dinero, les cobran de
más por el transporte del equipaje y, de no poder pagar el
total, intentan intercambiar el transporte por las pertenencias de
los retornados a un precio ridículo.
"Estaba sin un centavo y me pedían 600 libras sudanesas
(unos US$200) por llevarme el equipaje hasta Malakia, a unos tres
kilómetros", rememora Juma.
Tras más de veinte años en el extranjero, Juma dice
no tener lazos con su país de origen, donde se siente un
extraño. Además, el terreno que le había
dejado su padre ha sido apropiado.
Su esperanza es que el Gobierno intervenga y brinde a todos los
recién llegados la posibilidad de rehacer sus vidas
ofreciéndoles una parcela de terreno comunitario "aunque sea
lejos de Juba".
"De proceder así, los retornados serían lo
suficientemente capaces de volver a emprender nuevas vidas
construyendo sus propias viviendas, clínicas y escuelas,
como hicimos en el norte cuando el Gobierno nos entregó
terreno, y nada más, en los alrededores de Jartum", concluye
Juma.