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Quiénes somos
Quiénes somosLa Organización Internacional para las Migraciones (OIM) forma parte del Sistema de las Naciones Unidas y es la organización intergubernamental líder que desde 1951 promueve una migración humana y ordenada para beneficio de todos, con 175 Estados Miembros y presencia en 171 países.
Sobre nosotros
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Nuestro trabajo
Nuestro trabajoComo organización intergubernamental líder que desde 1951 promueve una migración humana y ordenada, la OIM juega un rol clave apoyando el logro de la Agenda 2030 por medio de diferentes áreas de intervención que conectan la asistencia humanitaria con el desarrollo sostenible.
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Ucrania – La persistencia de la esperanza: António Vitorino, Director General de la OIM
Ginebra – Hace un año, la destrucción y el sufrimiento humano asolaron Ucrania a una escala jamás vista en Europa en tres generaciones. Desaparecieron pueblos y ciudades; y numerosas comunidades hasta entonces fuertemente cohesionadas quedaron dispersadas por las balas, los misiles y las bombas.
Hoy, los niños y los ancianos se congelan en los sótanos, los médicos operan con velas y sin anestesia y, una y otra vez, se destruyen infraestructuras civiles de vital importancia, como las centrales térmicas, las plantas eléctricas y los hospitales.
Desde que visité Ucrania en septiembre, no he podido olvidar la magnitud del daño, pero tampoco la valentía de las personas desplazadas por el conflicto. La abnegada labor del personal de la OIM y de nuestros colegas de toda la comunidad humanitaria, de los que estoy sumamente orgulloso, es un reflejo de la resiliencia del propio pueblo ucraniano.
Si bien la escalada de la guerra ha empeorado las condiciones de vida, para muchas personas lo más difícil es permanecer lejos. De los 13,4 millones de desplazados dentro de Ucrania y en el extranjero, alrededor de 5,5 millones regresaron, pero muchos se encontraron con que sus hogares habían sido dañados o destruidos.
Mis colegas y yo nos hemos comprometido a mantener el rumbo, firmemente convencidos de que las medidas que tomemos hoy sentarán las bases de un futuro mejor.
Seguiremos brindando asistencia al pueblo de Ucrania y, en particular, a las personas más vulnerables, proporcionando albergue, alimentos, agua, medicamentos y equipamiento médico, ropa de abrigo, material para reparar viviendas y combustible, entre muchas otras cosas. Seguiremos financiando la reparación de infraestructuras, reconstruyendo escuelas, oficinas y fábricas, y creando empleo. Seguiremos centrando nuestra labor en las personas, porque sabemos que ellas quieren —y deben— tomar las riendas de su propia recuperación.
Sin embargo, un año de guerra ha afectado gravemente el acceso a servicios esenciales en toda Ucrania y ha repercutido de forma desproporcionada en la vida de las personas desplazadas. Las necesidades son abrumadoras, y no dejan de aumentar.
Mientras que muchos de nosotros festejamos la entrada en el nuevo año, las celebraciones ucranianas fueron modestas. La guerra ha destrozado familias y comunidades, y sencillamente no hay dinero para lujos; de hecho, casi la mitad de las familias (el 43%) han agotado todos sus ahorros.
Visto que la guerra ha asfixiado la economía ucraniana, la OIM está haciendo todo lo posible para invertir en empresas locales, en particular en microempresas y pequeñas empresas. Con el apoyo de nuestros donantes, estamos concediendo ayudas de entre 4.500 euros y 20.000 euros a 700 empresas de este tipo, gracias a lo cual ya se han creado o conservado más de 2.300 empleos.
La pérdida del hogar y la sensación de inseguridad que ello conlleva tiene repercusiones de amplio alcance en la vida de una persona. En vista de ello, me siento especialmente orgulloso de anunciar que la OIM se ha convertido en una de las principales entidades que proveen albergue en Ucrania. En localidades fronterizas, la OIM ha proporcionado ayuda inmediata a más de 140.000 familias y ha rehabilitado más de 200 estructuras como escuelas y edificios públicos en los que más de 51.000 desplazados internos de toda Ucrania se han refugiado temporalmente.
La lucha activa y la falta de garantías de seguridad, que impiden a los equipos humanitarios prestar asistencia de manera imparcial y neutral, limitan el acceso a otras zonas.
Los desplazamientos a gran escala y el colapso de las estructuras comunitarias, consecuencia inevitable de la guerra, incrementaron el riesgo de los más vulnerables a verse expuestos a situaciones de trata de personas, violencia de género, y explotación y abuso. Hemos trabajado en estrecha colaboración con nuestros asociados para prestar asistencia de una manera integral, focalizada y coordinada.
Lamentablemente, se calcula que 15 millones de personas —un tercio de la población— luchan contra el deterioro de su salud mental. En un país que ha actuado con tanta resolución frente a dificultades inimaginables, es imperativo reforzar nuestros programas de apoyo psicosocial y salud mental, que brindan una plataforma imprescindible para dar el salto hacia la recuperación comunitaria.
Hoy, las medidas que hemos adoptado —proporcionando asistencia humanitaria imparcial para satisfacer las necesidades inmediatas de las personas más vulnerables, invirtiendo en iniciativas del sector privado y prestando asistencia psicosocial y en materia de protección a una población desgastada por la guerra— brindan consuelo y, al mismo tiempo, abonan el terreno para el futuro. Estas medidas ofrecen, sobre todo, un activo intangible fundamental: la esperanza.