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Quiénes somos
Quiénes somosLa Organización Internacional para las Migraciones (OIM) forma parte del Sistema de las Naciones Unidas y es la organización intergubernamental líder que desde 1951 promueve una migración humana y ordenada para beneficio de todos, con 175 Estados Miembros y presencia en 171 países.
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Nuestro trabajoComo organización intergubernamental líder que desde 1951 promueve una migración humana y ordenada, la OIM juega un rol clave apoyando el logro de la Agenda 2030 por medio de diferentes áreas de intervención que conectan la asistencia humanitaria con el desarrollo sostenible.
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75 años de las Naciones Unidas: ¿Por qué es importante?
75 años de las Naciones Unidas: ¿Por qué es importante?
António Vitorino
La conmemoración del 75º aniversario de las Naciones Unidas tiene lugar en un momento paradójico.
Las cuestiones fundamentales que conforman la agenda internacional, entre ellas la pandemia de la COVID-19, exigen respuestas que requieren una mayor cooperación internacional. En los tiempos que corren, no es descabellado preguntarse si el principal organismo creado para abordar tales desafíos, esto es, las Naciones Unidas, sigue estando a la altura de semejante tarea.
Para hallar respuesta a este interrogante es necesario determinar la manera óptima de conciliar intereses y apremios a menudo diferentes en aras de un compromiso y de un sentido de la responsabilidad compartida necesarios para cosechar éxitos: el mundo de hoy es infinitamente más complejo en tantos aspectos que aquel de 1945.
Los artículos de opinión de los funcionarios de Naciones Unidas no siempre son los más interesantes. Esto se debe, en parte, a que el multilateralismo es un proceso, no una revolución; un intento incesante por mantener a los asociados en la mesa, y para no excluirlos. Los próximos meses, posiblemente años, requerirán una sólida alianza para mitigar tanto los efectos de la pandemia como aquellos que conllevan otros grandes desafíos, a saber, el cambio climático, los conflictos y los desplazamientos.
Con demasiada frecuencia, son los migrantes y otras personas en movimiento quienes padecen las consecuencias con mayor intensidad. Si bien los migrantes de todo el mundo son la personificación de la resiliencia, el sentido de familia y el espíritu empresarial necesarios para prosperar en el siglo XXI, suelen carecer de las redes de la seguridad financiera y social que ofrecen una protección esencial ante infortunios. Es más, suelen ser la última de las preocupaciones de los gobiernos en la respuesta a situaciones de crisis o, lo que es peor, los chivos expiatorios a quienes se culpa de las crisis.
Ello no obstante, se registran avances. En el último decenio se ha producido un cambio sustancial en el marco de las Naciones Unidas: por primera vez, la migración se incluyó como uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Agenda 2030) y, a finales de 2018, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular.
Estos dos instrumentos confirman la innegable relación entre la movilidad humana y el desarrollo sostenible. En el Pacto Mundial para la Migración se reconoce que la protección de los migrantes más vulnerables, incluidos los menores no acompañados, las mujeres y los niños, especialmente las víctimas de la explotación y la violencia sexuales, solo es posible cuando existe la cooperación entre los países de origen, tránsito y destino.
La pandemia de la COVID-19 está poniendo a prueba el Pacto Mundial para la Migración. La precariedad de muchos migrantes se ha visto exacerbada, ya sea porque se han quedado varados debido al cierre de fronteras o porque han perdido repentinamente su empleo, vivienda o medio de apoyo material. Sin embargo, también se ha puesto de relieve su valor: hoy se reconoce que excluir a los migrantes de la respuesta frente a la COVID-19 —incluido el acceso a los servicios de atención de la salud— incrementaría la vulnerabilidad de sociedades enteras.
Muchos países han respondido positivamente, al reducir el número de detenciones, regularizar la situación jurídica de los migrantes y prolongar los visados para que puedan permanecer en el país. Empero, un número elevado de países ha recurrido al retorno forzoso de migrantes, poniendo en peligro sus vidas, o los ha excluido de las respuestas tanto económicas como sanitarias. Como señalara el Secretario General de Naciones Unidas, “nadie está a salvo hasta que todos estemos a salvo”.
A este respecto, y a fin de cumplir el objetivo central de la Agenda 2030 de no dejar a nadie atrás, será necesaria una intervención decisiva tanto de las autoridades locales y nacionales, como de la sociedad civil y el sector privado. Un programa inclusivo de recuperación económica y social requerirá un liderazgo que pueda contrarrestar los intentos de explotación, acoso y discriminación.
La recuperación económica y social está intrínsecamente vinculada a la movilidad humana a escala mundial. La migración, y los viajes en general, deben conciliar la necesidad de permitir los movimientos transfronterizos con las preocupaciones de salud pública de las comunidades de destino. Esto significa que los sistemas de control de fronteras, el transporte y las normas de inmigración tendrán que incorporar los requisitos sanitarios y establecer las infraestructuras necesarias. Para ello, es fundamental la cooperación internacional, de lo contrario se correría el riesgo de instaurar un sistema mundial de viajes que excluya a países y a sus habitantes de los beneficios de la movilidad con el propósito de crear una ilusión de seguridad.
Ahora que el sistema de las Naciones Unidas emprende el camino de los próximos 75 años, el mundo se halla sumido en la mayor incertidumbre. La pandemia ha expuesto la fragilidad y vulnerabilidad de nuestras sociedades. Sin embargo, aunque domine nuestra agenda diaria, no debemos ignorar las largas sombras que se han proyectado sobre la cooperación internacional y que han menoscabado la predisposición al multilateralismo.
En este contexto, se exhortará a las Naciones Unidas a que se adapte a las nuevas realidades, como lo ha hecho en las últimas décadas, y a que vele por la implementación de soluciones comunes equitativas, ya se trate de programas de vacunación a escala mundial o de esfuerzos para frenar la degradación medioambiental. No obstante, ello será tan viable como lo permitan los Estados miembros.
Si la Organización de las Naciones Unidas no existiera, habría que inventarla. Ningún gobierno puede abordar semejantes retos por sí solo. Afortunadamente ya existe, pero habrá que reinventarla para afrontar los desafíos del mañana, permaneciendo fieles a los valores de la Carta de las Naciones Unidas, y actuando en aras de un futuro de paz, seguridad y prosperidad para la humanidad.
-fin-