Migrant Stories

Un techo bajo el que guarecerse

Francis Gaspean sabe que tiene suerte de estar vivo. Cuando azotó el tifón Haiyan, se dirigió al centro de evacuación más cercano en su ciudad natal de Tacloban. Él y su mujer tienen seis hijos menores de siete años, y cuando vio la multitud y el temor que allí se respiraba decidió correr el riesgo de permanecer en su casa de madera.

Los ocho miembros de la familia sobrevivieron a la terrible tormenta, que arrancó tejados y paredes, pero, por increíble que parezca, la casa de Francis y la de su hermano, situada no lejos de allí, se mantuvieron firmes.

Francis señala: “No tenía miedo. Afronté el tifón como un reto más de la vida, y mis hijos no lloraron porque no me vieron llorar a mí.”

Francis fue uno de los primeros en recibir material de albergue donado recientemente por la OIM: diez planchas de hierro onduladas, diez palos gruesos de bambú, una pala, una sierra, clavos, tornillos de sujeción, soga, una palanca de hierro y un martillo. Hizo cola pacientemente, para luego retornar a su casa, con la bolsa de herramientas al hombro.

Para llegar a su casa, hay que caminar por un frágil puente de tablones de madera que se extiende a lo largo de 100 metros, sobre el barro maloliente. Francis comenta, riendo, “Le llamamos el puente de San Juanico”, haciendo referencia al famoso puente de dos kilómetros que une Tacloban, en la Isla de Leyte, con la isla vecina de Samar.  

La mitad de la superficie del suelo de esta casa de dos habitaciones es de tierra batida. En su interior, doce expresivos ojos marrones observan cada uno de los movimientos que hace su padre, mientras éste nos enseña la altura a la que llegó el agua.     

La prioridad de Francis es reparar el tejado, que en estos momentos no es más que una lámina de plástico. Quiere que sus hijos reciban atención de salud, en particular el recién nacido, que está constantemente enfermo y aún no se ha vacunado. Y también necesita un trabajo.

Esta casa no es más que una, entre un millón, que sufrió daños a consecuencia del tifón Haiyan. Por tanto, la tarea que tienen ante sí el Gobierno y organismos como la OIM es ayudar a los damnificados a reconstruir sus casas o relocalizarlos. 

Mark Maulit, coordinador de las labores de gestión de campamentos, señala: “Nuestro objetivo es lograr que las personas regresen a sus comunidades o a lugares donde puedan retomar sus vidas”. Y añade, “Son originarios de aquí y éstas son sus comunidades.”

La distribución de material de albergue de hoy marca el inicio de campaña masiva de la OIM. Este fin de semana, se ha suministrado a esta ciudad en ruinas un total de18.000 planchas de hierro onduladas así como  herramientas (martillos, sierras, palancas, palas y material de fijación), que beneficiarán a 1.700 familias. También se ha previsto proporcionar otras 100.000 planchas de hierro y paquetes de suministros.

En los próximos días, la Organización —a través de sus centros operacionales en Tacloban, Cebu, Roxas, Ormoc y Guiuan— distribuirá planchas de hierro, mantas, herramientas, clavos, soga, toldos, bidones, baldes, esteras, bambúes, lámparas solares y utensilios de cocina que serán de utilidad a 50.000 familias. También se están entregando lámparas solares, mantas y bidones, y adquiriendo estaciones de radio solares y lámparas solares con miras a su amplia distribución.

Marco Boasso, Jefe de Misión de la OIM en Tacloban, comenta: “La población filipina tiene una gran resiliencia. Pero esta tormenta ha sido devastadora. Las necesidades son inmensas y estamos haciendo todo lo posible para ayudar al Gobierno a satisfacerlas. Al proporcionar material de albergue y herramientas a las personas, también les ayudamos a ser los artífices de su propia recuperación, lo que tiene una enorme importancia emocional para ellos”.