Migrant Stories

Un nuevo inicio tras la tragedia

Sucedió el 15 de agosto, alrededor de las 6.30 de la tarde.
Doris, una vecina del distrito de San Andrés en la Provincia
de Pisco, lo recuerda y sabe que difícilmente lo
olvidará. Mientras preparaba la cena, pudo sentir como el
suelo comenzaba a moverse. "Mi esposo me dijo que agarre al bebe,
intentamos salir y la puerta se nos atascó". Aún, el
sismo que tomaría la vida de más de 590 pobladores de
Ica y dejaría más de 52,000 viviendas destruidas no
había golpeado con toda su fuerza.

En el breve instante de calma que sobrevino al primer
movimiento, Doris siguió el consejo de su esposo e
intentó resguardarse bajo la cama con su pequeño
mientras él intentaba abrir la puerta. Segundos más
tarde, el sismo volvía con mayor violencia. Entre los gritos
de los vecinos y la confusión, Doris y su familia pudieron
alcanzar la calle corriendo. "Nos paramos en medio de la calle y el
remezón era cada vez más fuerte. Entonces
íbamos a ver a mi suegra y todos los postes estaban tirados.
Pisco era una desgracia".

Dos minutos después de verse interrumpida la cena de
Doris, el movimiento telúrico finalmente había
terminado. A pesar de ello, la tranquilidad aún no se
asomaba y nadie presagiaba que tardaría tanto en llegar.
"Pasaron personas diciendo que el mar se había retirado y
que había que evacuar. Recién se detenía la
tierra y teníamos que salir caminando hasta la villa. La
desesperación nos llevó a dirigirnos hacia un cerro,
donde dormimos echados en el piso, sin nada con que cubrirnos".

La oscuridad no le había permitido notar que la mitad de
su vivienda yacía reducida a escombros sobre el suelo, pero
tanto Doris como su familia presentían lo peor. Su esposo
volvió a su casa a rescatar algo de abrigo para enfrentar al
frío nocturno, recuperando unas frazadas y unos pocos
enseres. Así, pasaron la noche a la intemperie,
apiñados para calentarse, respirando polvo y expuestos a la
humedad. Pero todavía esperaban mayores sorpresas por
venir.

"Al otro día cuando nos levantamos y descubrimos que
habíamos pasado toda la noche durmiendo al costado de un
basural. Luego regresamos a San Andrés a ver a mi
mamá y vimos que todo el mar se había salido,
arrojando los botes y piedras por todo el lugar. Fue horrible. La
mitad de mi casa había colapsado".

La familia de Doris recibió los siguientes días
pernoctando a la intemperie. No fue hasta recibir el aviso de sus
vecinos que encontró refugio en un albergue establecido en
un estadio local. Sin embargo, las condiciones de vida en este
nuevo lugar aún eran bastante precarias: continuaban
durmiendo sin abrigo, seguridad ni garantías para su
salud.

La fuerza de voluntad de Doris y su familia sufría
embates continuos con el asentamiento de su nueva rutina: "Las
clases se suspendieron un mes y los niños no tenían
nada que hacer, mi hijo se enfermó de los bronquios y mi
esposo perdió su trabajo debido a que la fábrica
donde laboraba se derrumbó. Además, no podía
dejarnos por miedo a que algo pasase". El temor era un gran
obstáculo a vencer, pues las condiciones de seguridad eran
mínimas y ocurrían saqueos en muchos lugares. Las
continuas réplicas y el riesgo de que un tsunami arrasara
con lo poco que quedó en pie no daban sitio para la
tranquilidad.

Pese a todos los contratiempos, Doris y su familia no perdieron
la esperanza y continuaron esforzándose para salir de la
adversidad. Así, tras varios días de sufrimiento,
lograron ser empadronados por la autoridad local, la cual
cedió un terreno para ser habitado por su familia y otras 99
más, con historias igualmente trágicas. La
municipalidad de San Andrés, ante la necesidad mejorar las
condiciones de vida  para un grupo de inquilinos que quedaron
sin hogar, encontró esa solución temporal para la
urgencia de ayuda vivida por la población de su distrito y,
coordinando estrechamente  con OIM, se logró brindarles
carpas y otros artículos de primera necesidad.

"Luego comenzó a llegar la ayuda. La municipalidad
cedió un terreno y nos llegaron las carpas, colchones,
frazadas y camas de OIM…" Inmediatamente después de
evaluar la situación de los pobladores, la OIM había
iniciado su labor de asistencia humanitaria en San Andrés,
instalando 504 carpas en diferentes lugares del distrito y
distribuyendo 3,300 colchones, 916 sábanas, 341 kits de
cocina, 2,988 frazadas, 1,168 camas y 326 kits de aseo personal.
Doris y otras 99 familias ubicadas en el terreno donado por la
municipalidad de San Andrés encontraron un refugio que les
ofrecía las condiciones mínimas para rehacer sus
vidas y mirar con esperanza el futuro.

"Ahora estamos mucho mejor. Los niños han retomado las
clases y ya no presentan ningún problema de salud. Mi esposo
logró alquilar una moto-taxi y ya se siente más
seguro para ir a trabajar. Al inicio daba un poco de miedo, pero ya
lo vamos superando. Poco a poco todo va volviendo a la
normalidad".

5 meses después del siniestro, acudimos al asentamiento
humano del distrito de San Andrés, donde OIM había
instalado 100 carpas para albergar a igual número de
familias que pernoctaban a la intemperie sin tener un techo bajo el
cual cobijarse. El motivo esta vez llenaba de optimismo: el terreno
que actualmente se encontraba cubierto por carpas, sería
cedido por la municipalidad para la construcción de 100
casas. Los pobladores decidieron bautizar esta ilusión
cumplida como el "Asentamiento Humano Naciones Unidas" y nombraron
a la coordinadora de OIM en Pisco como su madrina.

Ahí fue donde encontramos a Doris Vergara Díaz,
cuya historia representa a la de cientos de habitantes de Pisco que
lograron ser asistidos por la ayuda humanitaria de las Naciones
Unidas, gracias al financiamiento de los fondos CERF. Su sonrisa y
optimismo no se corren más ante el recuerdo de la tragedia
sufrida y alimenta sus ilusiones producto del esfuerzo conjunto
llevado a cabo por ella, su familia, sus vecinos, sus autoridades
locales, las Naciones Unidas y la OIM.

El distrito de San Andrés en la provincia de Pisco fue
uno de los más afectados por el terremoto del 15 de agosto
de 2007.  Más de 8,900 personas resultaron con sus
viviendas dañadas y unas 2,900 las perdieron por completo o
se vieron impedidas de seguir habitándolas por el peligro de
su inminente colapso.

Para mayor información sobre la asistencia humanitaria de
la OIM para las personas afectadas por el terremoto: