Migrant Stories

Trabajamos para construir una región en el Putumayo

Sonia Jojoa es una joven psicóloga que trabaja desde hace
seis años en el Departamento de Putumayo, una región
selvática en el sur de Colombia, justo en la frontera con
Ecuador y Perú.  Llegó a la zona por su trabajo
en proyectos educativos, con niños y mujeres, y desde hace
más de un año es monitora de campo de la OIM en
Colombia. 

Para Sonia, el Putumayo es una región diversa en proceso
de construcción.  Desde hace varias décadas,
miles de personas han llegado a ella desde diferentes lugares del
país en búsqueda de oportunidades de trabajo en las
bonanzas de caucho, madera, petróleo, y en los
últimos años en los cultivos de coca.

Según Sonia, el gran reto de las personas que hacen labor
humanitaria en la región es apoyar el proceso de
formación de la identidad del Putumayo.  Una tarea que
parece difícil en una sociedad diversa culturalmente y
fragmentada por años de violencia. 

Sonia comparte su experiencia.

¿Qué tiene de especial el
Putumayo?

"Es una región para descubrir, en dónde se
evidencia la gran diversidad cultural de Colombia.  Hay
personas de diferentes lugares del país que nos integramos
en un sólo lugar en el que conviven muchas formas de hablar,
actuar y sentir.  Es una sociedad dinámica, que
está tratando de consolidar su identidad y su
crecimiento.

Además, al ser un lugar tan afectado por la violencia y
por las bonanzas, es muy fácil encontrarse de frente con la
realidad social.  Acá es donde se rompe la burbuja y
aprendemos a compartir la vida real con la gente".

¿Cómo es el trabajo de
monitora de campo en Putumayo?

"Aunque llevo varios meses trabajando con la OIM en diferentes
proyectos, como monitora de campo llevo tan sólo un
mes.  Sin embargo me he dado cuenta que es un trabajo
dinámico.  Día a día tenemos contacto con
la comunidad, con nuestros operadores y con el gobierno de la
región.  Así mismo, es un trabajo de equipo,
todos los de la oficina regional nos apoyamos mutuamente y tratamos
de estar siempre en contacto con la gente".

¿Qué momentos recuerdas
cómo los más difíciles?

"Es difícil cuando visitamos zonas en las que sabemos que
hay campos minados y donde antes hubo situaciones violentas
difíciles, así ahora sean lugares tranquilos. 
En una ocasión tuve que quedarme en una comunidad
indígena y en la noche sentíamos que estaban haciendo
detonaciones controladas de bombas.

Algunas veces uno siente que corre riesgos, pero hay que manejar
la situación con calma y serenidad para poder continuar
trabajando con las comunidades que más lo necesitan".

¿Qué momentos recuerdas
cómo los más gratificantes?

"Son muchos los momentos gratificantes.  Cuando
identificamos gente con problemas y sabemos que podemos ayudarlos,
es valioso el esfuerzo.

Recuerdo que en una ocasión recibimos una familia
amenazada y en situación de peligro.  Junto con las
demás organizaciones y las autoridades presentes en la zona,
les prestamos la atención necesaria para poder sacarlos de
esta situación y logramos transmitirles mucha
tranquilidad.

Así mismo es gratificante cuando llegamos a zonas de
difícil acceso, donde no llega mucha gente, y realizamos
proyectos, algunos de ellos para apoyar a madres jefes de
hogar.  Son mujeres que han sobrevivido situaciones muy
difíciles a las que les estamos ofreciendo una opción
de vida diferente".

¿Qué crees que es
importante que sepa el mundo sobre el trabajo que hace la OIM en el
Putumayo?

"Es importante que sepan que lo que estamos haciendo en el
Putumayo es un ejercicio dinámico de construcción de
tejido social, apoyamos el proceso de construcción de una
región.  En el Putumayo hay personas que vienen y se
van, con nuestro trabajo queremos que la gente sienta que esta
región es suya.

Todas nuestras acciones están comprometidas con el sentir
comunitario y nuestra mayor fortaleza es trabajar hombro a hombro
con las personas de la región".