Migrant Stories

Recuperar El Trabajo, Recuperar La Dignidad

Tres años atrás, se encontraban en la Villa 31 y
Villa 31 bis, unas de las más pobladas de la Ciudad de
Buenos Aires, al menos 470 personas que se dedicaban a la
recolección de basura. 

Más de 120 eran niños, niñas y
adolescentes; el 50 por ciento de las familias eran migrantes
internos y un 10 por ciento externos. Muchos de ellos llegaron
desde países limítrofes en busca de un destino mejor
pero se encontraron con una realidad muy diferente a la que
habían imaginado y, en muchos casos, terminaron junto a sus
hijos recogiendo basura en las calles para su posterior
reciclaje.  Sin documentos, sin trabajo, con familias
numerosas muchas veces, y la necesidad impostergable de
alimentarse, el único camino que encontraron fue sacar
provecho de aquello que para muchos no es más que
desperdicio.

A fines del 2005 nació el Proyecto Recuperar, creado por
la OIM con el fin de contribuir a prevenir y erradicar el trabajo
infantil en las familias migrantes que se dedicaban a la
recuperación y reciclaje de residuos. 

Para cumplir el objetivo, el programa se estructuró sobre
tres ejes de trabajo: otorgamiento de créditos solidarios a
padres y / o madres para desarrollar proyectos productivos o de
servicios para mejorar así los ingresos familiares para
cubrir sus necesidades básicas sin que los niños
deban trabajar; jornadas taller para sensibilizar a las familias
sobre los derechos del niño y la niña a no trabajar,
a recibir educación y al cuidado de su salud; y asistencia
para las gestiones de regularización migratoria.

Tras el éxito de la primera etapa, en la que se
asistió a 40 familias, en el 2009 se inició un
segundo período del proyecto en el que se otorgaron micro
créditos a otros 60 grupos.  De los 230 integrantes de
estas familias, 170 son menores de 18 años y el 97 por
ciento está actualmente asistiendo a la escuela.

"A veces me duele en el alma haber hecho trabajar a mi hija,
revisar la basura, juntar las latas.  Pero con este micro
emprendimiento aprendí mucho a valorar a mis hijas;
muchísimo", dice con los ojos a punto de desbordar de
lágrimas María Angélica Banzer.

Banzer, de 39 años, casada y con dos hijas de ocho y
siete años, nació en Santa Cruz, Bolivia, y
llegó a la Argentina en 1999.  Gracias al proyecto
Recuperar hoy tiene un pequeño emprendimiento de
repostería.  "Cuando vine acá fue con la idea de
poder crecer y de ser alguien en la vida.  De poder trabajar e
irme con un capital para poner un negocio en mi país. 
Pero las cosas no resultaron.  Fue muy triste porque
conocí la esclavitud, reconocí que mis propios
paisanos me esclavizaron", explica María
Angélica.

En el 2001, debido a la crisis económica que se
vivió en Argentina, María Angélica y su esposo
decidieron retornar a Bolivia.  Nuevamente en su país,
estudió y logró trabajar de maestra de kindergarten,
pero su marido decidió volver a la Argentina para estudiar
periodismo.  Una vez de regreso en Buenos Aires, cuenta que:
"estaba sin trabajo, solamente teníamos lo del bolsillo de
mi marido.  A veces yo me iba a cartonear, con mi marido y mis
hijas, a recoger latitas de cerveza y juntábamos muchas y
las vendíamos a cuatro pesos el kilo (US$1.04). 
Juntaba como tres bolsas de latitas, y por la bolsa me pagaban 60
pesos (US$15.71).  Salíamos por toda la ciudad. 
De ahí empecé a juntar cartón y también
vendía".

Los niños y las niñas que realizan actividades
vinculadas con la basura, no sólo sufren la
estigmatización por su situación de trabajo
infantil.  La recolección de residuos atenta contra el
bienestar físico-psíquico, ocasionando accidentes,
cortes, enfermedades recurrentes en la piel, infecciones, abusos e,
incluso, riesgo de muerte.

"Aprendí mucho con el proyecto Recuperar. 
Aprendí que los chicos tienen derecho a todo, que tienen que
tener su espacio.  Aprendí que no puedo exigirle tanto
a una criatura.  Que la responsable y la que tiene toda la
fuerza soy yo", dice Cecilia Félix, otra de las
beneficiarias del proyecto implementado por la OIM.

Cecilia nació en Lima, Perú.  Si bien la vida
en su país "no era tan difícil", según cuenta,
decidió venir a la Argentina para ganar más
dinero.  Su hermano que ya vivía en Buenos Aires la
convenció.  Su pequeña hija se quedó con
la abuela.  "Yo sí o sí tenía que llegar
acá y ponerme a trabajar para mandar plata. En un mes y
medio no conseguí nada y me anoté desesperada en una
agencia porque si yo no mandaba dinero, mi familia no
comía", recuerda Cecilia.

Finalmente consiguió trabajo como personal de limpieza en
una casa.   Ya con su marido y cuatro hijos en Buenos
Aires, y sin lugar para vivir, porque en ningún hotel los
aceptaban con tantos niños, "nos vinimos a la villa", cuenta
Cecilia.  "Cuando decayó todo en Argentina y el trabajo
empezó a escasear me dediqué a vender en las
ferias.  A veces íbamos con los chicos y otras los
dejábamos encerrados.  Como veíamos que la gente
juntaba cartones, nosotros también empezamos a
hacerlo.  Cualquier cosa que encontraba en la calle, mi marido
se lo traía y después lo llevábamos a
vender.  Y los chicos también, cuando venían de
la escuela venían con su pila de cartones bajo el
brazo.  Siempre juntábamos poco a poco y algo
sacábamos", continua Cecilia.

Nacida en Tupiza, Bolivia, hace 25 años, Natalia Calla
llegó a la Argentina en el 2006 con el sueño de
crecer profesionalmente.  "Soy Técnico Superior en
Bellas Artes.  Me dedicaba al arte en mi pueblo. 
Hacía pintura, dibujos, tanto en la vestimenta como en la
tradición artesanal de mi país.  Vine porque
quería sobresalir como artista plástico".

"En Bolivia trabajaba como profesora y me destacaba bien. 
Al llegar aquí comencé a reciclar basura, que toda la
gente lo hace; sentí vergüenza pero sabía que
era mi único recurso para ganar algo más", explica
Natalia.

Además de otorgarle el micro crédito que le
permitió acceder a una máquina de costura industrial,
a través del Recuperar inició los trámites de
regularización migratoria.

Recuperar ha brindado asistencia al 100 por ciento de los
beneficiarios que eran migrantes para que puedan realizar sus
trámites de regularización migratoria y conseguir el
Documento Nacional de Identidad a aquellos que ya tenían la
residencia temporal o permanente.

"Al tener los papeles me voy a sentir con un poco más de
derechos, yo creo, porque al no tener los documentos me
sentía que no soy partícipe de ningún derecho
en este país", dice María Angélica.

María Angélica cuenta con una sonrisa en el rostro
que "antes también era medio tímida.  Pero los
talleres realizados por la OIM le han dado el apoyo necesario para
sentirse más segura.  "Ahora tengo muchos amigos, me
gusta compartir y quiero seguir así.  Me encanta y
agradezco por todo lo que nos ayudan".

La OIM aportó el financiamiento en la primera etapa del
proyecto, y actualmente cuenta con financiamiento del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), a través del Fondo
Japonés, de la Cooperación Andina de Fomento de
Venezuela y de la Fundación Peery.