Migrant Stories

Pequeñas victorias desde Iraq: Hashim, en busca de nuevas motivaciones

“Desperté en el hospital y, aunque no podía moverme, intenté salir de la cama, doblar las piernas, levantar los pies, mover los dedos… Todo en vano”, rememora Hashim Khadum.

“Así que permanecí tumbado, aturdido aún por el efecto de los sedantes, hasta que la enfermera se percató de que estaba despierto. No sé si pasaron minutos u horas cuando, finalmente, entró y me dio la noticia: pasaría el resto de mi vida paralizado de cintura para abajo. Al oír esto, empezó una nueva pesadilla…”  

“No es fácil explicar cómo me sentía.  No creo que nadie pueda saberlo sin vivirlo en primera persona.  Por un momento, pensé que hubiera sido mejor si los terroristas hubiesen tenido mejor puntería.  Al menos así, una de esas balas habría sido certera y no tendría que vivir de esta forma…”

Hashim Khadum, de 38 años y beneficiario de un programa de la OIM, explica que, 24 horas antes de despertarse paralizado en el hospital, vivía una vida normal o todo lo normal que puede serlo en el Iraq azotado por la guerra.  Casado y padre de seis hijas, era propietario de un pequeño negocio.  Residían en Baquba, la capital de la provincial de Diyala, donde se ocupaba de una concurrida carnicería en el centro de la ciudad.  “Tardé años en levantar esa tienda.  Mi clientela habitual, gente de toda la comunidad, venía porque sabían que la carne que vendía era siempre fresca y de la mejor calidad”, recuerda Hashim.

“Era más que un simple negocio para mí.  Los iraquíes hemos vivido casi siempre en el caos: la guerra entre Iraq e Irán, las sanciones, este último conflicto… Parece que los problemas nunca acaban.  Mi familia y mi negocio eran como una vía de escape de esta horrible realidad y algo positivo en lo que pensar”, continúa Hashim.  

En 2006, sin embargo, un gran número de insurgentes empezó a trasladarse de la vecina provincia de Anbar a la ciudad de Hashim, y cada vez le resultaba más difícil ignorar la realidad.  Además, él y su familia empezaron a recibir amenazas por correo para que se marcharan. “Intentaba no tomármelas muy en serio.  Baqubah era mi ciudad natal.  Crecí allí”, explica Hashim.

“Ni los amigos ni los clientes nos trataron nunca de forma diferente por motivos de religión. Nos daba igual quien fuera suní o shia”, agrega.

No obstante, los tiempos cambiaban rápido en Baqubah y, una tarde, Hashim no pudo seguir ignorando las amenazas.  “Eran alrededor de las cuatro de la tarde de un día de trabajo normal cuando un coche, con tres enmascarados en su interior, se detuvo frente a mi tienda”, se detiene un instante ante de continuar:  “Antes de que pudiera decir nada, bajaron las ventanillas, sacaron las pistolas y abrieron fuego.  Me dispararon 15 veces y, cuando estaba a punto de perder la consciencia, salieron pitando”.

“Pasé siete meses ingresado en un hospital en Bagdad y no dejé de preocuparme por mis hijas ni un solo momento.  Asmaa, la más pequeña, no llegaba ni al año por aquel entonces. Nora, la mayor, tenía siete.  No podía imaginarme como un lisiado mantendría a su familia”.

Su mujer, Anas, e hijas se trasladaron a Bagdad el día después del incidente para estar más cerca del hospital donde se encontraba y por temor a su propia seguridad.  Tan pronto como abandonaron Baqubah, la carnicería fue saqueada y la casa ocupada ilegalmente.  Además, habían empleado todos los ahorros en pagar las facturas del hospital.

Al llegar a Bagdad, no tenían nada y la familia se desperdigó por toda la ciudad.  No había amigos o familiares que dispusieran de bastante espacio para alojar a los siete miembros de la familia.  Anas atravesaba la capital diariamente para visitar a sus hijas y a su marido.

Siete meses más tarde, el estado de Hashim era estable y recibió el alta médica.  Si bien paralizado de por vida, se reunió con su mujer e hijas y sobrevivió en Bagdad de la generosidad de su hermano mayor y amigos.  Se mudaban constantemente de la casa de un amigo a la de otro.

Tras cuatro años de lucha con las autoridades locales de Baqubah, Hashim logró también recuperar su vivienda, que vendió poco después.  Con lo que obtuvo y algo de ayuda de su hermano, decidió adquirir una casita en la ciudad de Shab, en Bagdad.  “Las instalaciones médicas de Bagdad son mejores que las de Baqubah, y tenía que continuar yendo al médico con cierta asiduidad.  Además, para ser sincero, después de lo sucedido, ¿quién hubiera querido volver allí?, relata Hashim.

En el verano de 2011, en el marco del Programa de seguridad y estabilización humana de la OIM, fue seleccionado como beneficiario de un subsidio en especie y recibió equipo, entre el que se incluían neveras, congeladores y estanterías, con el que abrir una pequeña tienda de comestibles, así como mercancía para vender.

“Fue una opción adecuada para mí: sabía cómo llevar un pequeño negocio y tenía mucho espacio desaprovechado en el sótano.  Además, al tener la tienda en mi propia casa, ni siquiera tenía que hacer grandes desplazamientos.  Ni que decir tiene que resulta imposible moverse en silla de ruedas por las calles de Bagdad”, añade Hashim.

En algunas semanas, la tienda estaba montada y funcionando.  Su hija de 12 años, Ashwaq, le ayudaba a hacer los pedidos y comprobaba la calidad de las mercancías recibidas.

“El negocio se ha mantenido.  Poco a poco, consolidamos nuestra reputación en el nuevo barrio y ojalá que, un poco más adelante, tengamos bastante clientela como para inaugurar una sección de carne y pescado frescos.  Ya estamos ahorrando para invertir en vitrinas refrigeradas”, afirma Hashim.

Antes de concluir, Hashim explica que lo más difícil en estos últimos años ha sido tener la fuerza suficiente para seguir luchando.  “Ya han pasado seis años desde entonces y todavía sigo aprendiendo de ello.  No obstante, llevar un nuevo negocio me ha sido de gran ayuda.  Me mantiene ocupada la mente y con algo que hacer de nuevo.  Es cierto que, de vez en cuando, tengo rachas malas.  Sería raro que no fuera así, pero, cuando llegan, pienso en aquellos momentos y me digo que, pase lo que pase, tengo que hacer todo lo que esté a mi alcance para mantener a mi familia.  Y de algún modo, lo he conseguido”.