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El laboratorio dental Salaam devuelve la sonrisa por todo Iraq

En agosto de 2008, cinco recién licenciados recibieron el equipo y los materiales necesarios para inaugurar un laboratorio dental en Sadr (Bagdad).  Siguiendo la práctica rutinaria, en julio de 2012, el personal de la OIM en Iraq hizo una visita de seguimiento a los beneficiarios, pero no los encontró en la dirección de la que disponían.

Los inquilinos actuales informaron al personal de la Organización que los jóvenes se habían mudado a un local más amplio, a pocas calles de allí, lo que era una buena señal.

“Hace unos años nuestra actividad creció y tuvimos que mudarnos a un local más grande.  Adquirimos equipo nuevo y donde estábamos se nos quedó pequeño.  Nos costó un tiempo labrar nuestra reputación, pero nos va más que bien”, explica O-meed Keman Hassan, mientras nos ofrece un té, tras haber encontrado el nuevo laboratorio.

Según Hassan, el secreto del éxito de esta empresa conjunta reside en que los socios actúan como un equipo y comparten la misma visión.  “Para nosotros, era natural.  Nos conocemos desde hace mucho.  Todos crecimos en la misma ciudad, Diyala, y estudiamos tecnología médica en la Universidad de Bagdad”.

Los cinco hombres fueron recomendados a la OIM en Iraq por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.  Todos ellos, O-meed Kamal Hasan, Ali Ibrahim Thamir, Murtadha Kamal Hasan, Afyaa Kamal Hasan y Kamal Hasan Aziz, son desplazados internos de Diyala, estaban desempleados y tenían que mantener a sus familias.

Después de evaluar su situación, la OIM en Iraq decidió concederles el equipo necesario para abrir un laboratorio dental.  En el marco del Programa de seguridad y estabilización humana, la Organización les entregó herramientas y materiales de prótesis y ortodoncia y, una semana más tarde, habían comenzado su actividad.

Ali para un momento de aplicar el acabado a una corona dental y se une a la conversación. Nos cuenta que lo primordial en el negocio es crear una red de estomatólogos que necesiten los servicios del laboratorio.  “Ahora son más de diez los dentistas que nos envían piezas dentales para que las trabajemos.  En los últimos tres años, hemos ayudado a más de 2.000 pacientes.  Hacemos prótesis fijas, como coronas y puentes, y también de quita y pon, como dentaduras”.

Hassan nos informa que, al igual que en otras disciplinas, siempre hay nuevos avances en la tecnología dental, lo que implica que haya que formarse constantemente y adquirir equipo nuevo.  “En estos momentos, los implantes son lo último en tecnología dental.  Esperamos poder hacerlos pronto”.

Tras acabar con la corona, Ali se sienta de nuevo con nosotros y nos explica que el laboratorio cuenta con un fondo de ahorro para cubrir estas mejoras en un futuro.  “Todos los meses ahorramos un 10% de lo que ganamos para destinarlo a los avances tecnológicos y la formación, ambos necesarios para mantenernos al día”.  

Hassan continúa la afirmación de Ali: “Este negocio es como ir en bicicleta.  Si dejas de pedalear, te caes.  La tecnología dental no cesa de mejorar y nosotros luchamos para no quedarnos desfasados”.  

Al ver cómo unos acaban las frases de otros, todos con el mismo objetivo, comprendemos el éxito del que nos hablaba Hassan recién llegados al laboratorio.

Le preguntamos a Hassan que si el éxito del laboratorio había repercutido en su vida privada. “Todos en nuestras familias son desplazados de Diyala.  Compartimos el mismo destino.  En mi caso, mis padres, mis dos hermanas y mi hermano abandonaron la ciudad en abril de 2007, debido a la violencia sectaria.  Cuando eso sucedió, yo residía en las instalaciones universitarias, en Bagdad.  Por fortuna, era mi último año y estaba acabando los exámenes cuando mi familia llegó.  De lo contrario, nunca me habría graduado.  Por aquel entonces, mis padres ya no me podían ayudar más económicamente”.  Hassan nos aclara que, entre 2007 y 2008, su familia sufrió la pobreza extrema en la nueva ciudad.  “Vivíamos de la caridad de nuestros primos.  Muy frecuentemente, no teníamos suficiente para comer”.  Hassan confiesa que no le gusta recordar este oscuro episodio.  Luego, se le ilumina la cara: “Ahora, puedo ocuparme de mis padres y hermanos.  Todos los meses llevo a casa US$280”.

Al salir, Hassan nos revela un secreto: “Esta noche, tras el Iftar (cuando, al caer la noche, se acaba el ayuno en Ramadán), voy a pedir la mano de una chica”.  Sorprendidos, le preguntamos el nombre de la afortunada, pero, avergonzado, nos explica que no puede darnos tanta información antes de que la familia acepte su proposición.  “Ojalá, si todo sale conforme a lo previsto, celebraremos una enorme fiesta después del Ramadán y están todos invitados”.  Mientras intercambiamos los números de teléfono, añade: “Sin la ayuda de todos en la OIM, nunca habría llegado hasta aquí.  Ahora que tengo un negocio exitoso, puedo seguir con mi vida, así que ¡los espero en mi boda!”