Migrant Stories

Contra todo pronóstico – La hazaña de Nhial desde un campamento de refugiados hasta su labor, tras su asentamiento, como voluntario en el Cuerpo de Paz de los Estados Unidos de América

Cuando tenía 11 años de edad, Nhial Malia fue reasentado por la OIM en Houston (Texas) desde un campamento de refugiados en la región occidental de Etiopía.

En la actualidad, Nihal tiene 26 años, posee la nacionalidad estadounidense, una licenciatura universitaria en Biología y una diplomatura en Filosofía de Bethany College, Kansas. Además trabaja como voluntario del Cuerpo de Paz de los Estados Unidos de América, en el sector del agua y el saneamiento.

Su vida como refugiado

Imagine el siguiente escenario. Es 1988 y el violento conflicto entre el Sudán del Norte y el Sudán del Sur se ha exacerbado. Una mujer joven con siete hijos, cuyo esposo ha desaparecido y se presume que ha muerto, se ve obligada a huir de su hogar con sus pocas pertenencias.  

Es acogida por el hermano de su esposo, y huye con la familia de él desde Bentiu, en el Estado de Unidad (Sudán del Sur), cruzando la frontera hasta el campamento de refugiados de Itang, en las proximidades de Gambella (Etiopía).

Esta mujer camina con sus hijos, algunos de ellos bebés, durante más de seis meses, recorriendo cientos de millas desde su hogar, ubicado en las inmediaciones de la frontera septentrional del Sudán del Sur. Todo esto tiene lugar durante la temporada de lluvias, por lo que se ven expuestos a lodo denso, a lluvias torrenciales y al riesgo de contraer enfermedades por el mero hecho de vivir a la intemperie. La familia consigue sobrevivir a los animales salvajes con los que se topa en el camino, y eludir incursiones aéreas que confunden a los viajeros con soldados rebeldes.  

Esta joven es la madre de Nhial Malia: Mary Nyayok Hoth. Nhial confiesa que apenas tenía dos años cuando su madre emprendió la más larga travesía para proteger la vida de sus hijos. En septiembre de 1988, la familia llegó al campamento de refugiados de Itang, donde permaneció hasta mayo de 1991. El cambio de gobierno en Etiopía y el estallido de la guerra civil obligaron a la familia a retornar al Sudán del Sur, a pesar de la persistente inestabilidad. El conflicto resurgió en el Sudán del Sur y, en 1992, la familia Malia tuvo que desplazarse y regresar al campamento de refugiados de Itang en Etiopía. Sin embargo, no tardaron en relocalizarlos a un segundo campamento denominado Fugnido, situado asimismo en la región de Gambella, en Etiopía.

El traslado al segundo campamento causaría estragos en la familia de Nhial, e ilustra los peligros a que se enfrentan los refugiados y desplazados.    

Cuando llegaron a su nuevo destino, Nhial había perdido a cinco de sus hermanos y, en un instante, había pasado de ser el sexto de siete hermanos a convertirse en el hijo mayor. Dos de sus hermanos murieron de paludismo, otro como consecuencia de una mordedura de serpiente, otro de fiebre tifoidea y otro de “kala-azar” or leishmaniasis (contraída a raíz de una picadura de un mosquito simúlido). Para agravar la situación, la madre de Nhial contrajo la tuberculosis.  

Los primeros recuerdos de Nhial se remontan a la época en que vivían en los campamentos de refugiados. La escuela tenía lugar de 8 a 12 de la mañana, aunque confiesa que a menudo faltaba a clase para recoger leña con el propósito de venderla cuando se acabaran los víveres de su familia. Después de la escuela también se encargaba de buscar agua o de moler trigo sobre una piedra lisa. Su madre pasaba horas bajo un sol abrasador recogiendo del suelo los granos de trigo o de maíz que sobraban en el lugar de distribución de alimentos, motivo por el cual era objeto de burlas en el campamento, pero ella seguía realizando esta ardua labor por sus hijos. Utilizaba los granos que recogía para fabricar alcohol, que solía vender a las mismas personas que la importunaban.

Al reflexionar sobre esta época en los campamentos, Nhial describe lo que él mismo denomina dependencia de los demás para sobrevivir. Cita un proverbio africano: “Es difícil despertar a un hombre que se hace el dormido”, al tiempo que subraya su convicción de que las personas necesitan asumir responsabilidades y riesgos para poder llegar a ser realmente autosuficientes.  

Nhial se vio privado de una infancia y obligado a crecer rápidamente, pero dice que estas primeras experiencias y observaciones le prepararon para hacer frente a lo que le deparase la vida.

La personalidad de Nhial no sólo se forjó en el campamento; él la atribuye fundamentalmente a su madre, a quien describe como “una biblioteca viviente y su primer filósofo.” Ella le llamaba Wicjal, término que tiene dos significados, a saber, Wic, que significa aldea o el jefe de la aldea, y Jal, el camino de la vida.

A los siete años de edad, recibió lecciones nocturnas de su madre, no sólo sobre su patrimonio familiar, sino también sobre la creencia de su madre en la importancia que revestía ser pacifista y transigente. Era como si Mary hubiera sabido que, un día, Nhial se marcharía y necesitaría esta información para orientarle. Al ser ella misma analfabeta, Mary valoraba la educación por encima de cualquier otro logro en la vida. Soñaba con que su hijo fuera una persona instruida y confiaba en que ello le guiaría en un futuro.  

En movimiento

En julio de 1998, se brindó al tío de Nhial la oportunidad de reasentarse en los Estados Unidos de América. Según la cultura nuer, él era responsable del bienestar de la familia de su hermano, y pidió llevarse consigo a Nhial, por tratarse del hijo mayor. Mary estuvo de acuerdo y, aquel verano, con 11 años de edad, Nhial abandonó el campamento de refugiados de Fugnido sin tener idea alguna de adónde iba, salvo por las historias que había escuchado sobre calles pavimentadas con oro. Nhial recuerda sentirse angustiado, porque pensaba que, si se marchaba, no volvería a ver a su familia nunca más, pero también consideraba aquel viaje como una oportunidad para mejorar la situación de su familia en las generaciones venideras.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) facilitó el reasentamiento de Nhial y de la familia de su tío desde el campamento de Fugnido. Se proporcionó orientación a aquéllos que se trasladarían a los Estados Unidos de América. Sin embargo, reconoce que, como era un niño, no asistió a dichos seminarios de orientación. Nhial recuerda que “un grupo de personas vino en camión e hizo un anuncio la noche antes de la partida de aquéllos que viajarían a los Estados Unidos de América”. Dice que nunca olvidará que llevaba consigo la bolsa de la OIM, que esa imagen ha quedado grabada en su cerebro.

Nhial tomó su primer avión rumbo al aeropuerto JFK de Nueva York, antes de hacer escala para llegar a Houston, en Texas. Afirma que, a lo largo del proceso, siempre hubo alguien que les ayudó y que les hizo sentirse cómodos. En Houston les recibió una mujer joven de la ACJ que les llevó a su apartamento de una habitación. Nhial comenta que nunca habían visto una alfombra tan bonita ni un suelo tan limpio. “Pensé que la gente estaba loca, porque la alfombra del avión y el suelo del apartamento estaban demasiado limpios como para caminar por ellos.”

No tardaron a enfrentarse a su primer desafío, ya que nunca habían visto un refrigerador y no sabían cómo utilizar una cocina eléctrica.  

Éste fue el comienzo de su proceso de transición y aprendizaje. Durante los seis primeros meses tras su llegada, su familia asistió a lecciones diarias impartidas en la ACJ en el marco de un curso de inglés como lengua extranjera. Aprendieron sus primeras palabras de inglés y adquirieron conocimientos sobre la geografía, la historia y la cultura estadounidenses. Nhial comenta que solía sentarse y observar simplemente el comportamiento de los estadounidenses, y que trataba de imitarlos para poder adaptarse a ellos.

A través del programa de la ACJ, tanto él como su familia conocieron a Erca y Katy, dos mujeres que cuidaron de ellos para cerciorarse de que estaban aclimatándose a la vida de Houston. Mostraron a Nhial la biblioteca (que sigue siendo su lugar favorito para pasar el día) y llevaron a los niños a la escuela secundaria pública local. 

La vida en esta escuela fue difícil para Nhial, porque tuvo que esforzarse enormemente para hacer amigos, y porque los niños se burlaban con frecuencia de su acento y de su apariencia diferente. Sin embargo, no tardó en dar una buena impresión a sus profesores y, al poco tiempo, uno de ellos le recomendó para una codiciada plaza en la Escuela Preparatoria de Chinquapin. Éste es un internado para niños y una escuela diurna para niñas, que ofrece una educación de alta calidad a los jóvenes desfavorecidos provenientes del área metropolitana de Houston.

Nhial fue aceptado en esta escuela con una beca, y comenzó cursando el 7º Grado en  Chinquapin. Fue prosperando rodeado de otros estudiantes por los que se sentía comprendido. Sin embargo, cada año suponía una batalla para Nhial, porque tenía que suplicar a sus tíos que le dejaran quedarse en la escuela, ya que ellos eran responsables de pagar la suma remanente de su matrícula escolar no cubierta por la beca (unos cuantos dólares EE.UU. al año). Cuando Nhial llegó al penúltimo año de la escuela, sus tíos se trasladaron a Portland, en Maine, pero él se negó a acompañarles, alegando a su favor lo importante que era para él su educación.  

El Director, la Junta Directiva y el personal docente de Chinquapin se solidarizaron con Nhial durante los dos años siguientes y, en mayo de 2005, se graduó tras obtener su diploma escolar. Nhial afirma que esto fue posible gracias al apoyo de personas bondadosas en la escuela y de sus familiares, quienes se turnaron para cocinar para él los fines de semana, le condujeron a casa de amigos del Sudán del Sur, e incluso lavaron su ropa.  

Por supuesto, también fue en Chinquapin donde conoció a su madrina autoproclamada, Betsy Phillips. Nhial comenta que ella recibió este título debido a la influencia que ha ejercido en su vida, y al presentarle a sus futuros padres, Jen y Dan.  

Betsy, la antigua Directora de Desarrollo, dice que recuerda el primer día que Nhial llegó a la escuela. Era alto, tímido y sumamente atlético (de hecho, su equipo de atletismo consiguió llegar a los campeonatos estatales). Hizo amigos fácilmente y tenía una personalidad cautivadora. Cuando sus tíos se marcharon a Maine, Nhial pasó muchas vacaciones con Betsy y su familia, que no tardaron en quererle como a uno más. Explica que la vida de Nhial empezó a despegar realmente después de llegar a Chinquapin, y le describe como una persona “fascinante”.  

Durante el último semestre de Nhial en esta escuela, le ofrecieron un puesto de trabajo en el Museo de Ciencias Naturales de Houston. El problema era que, para desempeñar ese cargo, necesitaba residir en Houston, y no podía quedarse en el internado después de graduarse. Es decir que, se quedaría sin hogar.  

La última semana de clases, Nhial, como estudiante del último curso, dirigió una visita guiada del centro para Jen Pickering, que la estaba visitando como futuro miembro de la Junta Directiva. Tras conocer la historia de Nhial y saber que necesitaba un hogar aquel verano, le propuso vivir con ella y con su esposo Dan. En tan sólo un instante, sus vidas cambiaron para siempre.

Un lugar llamado hogar

Durante el verano, Nhial desarrolló rápidamente fuertes vínculos, con Jen y Dan y, en otoño de 2005, marchó a Bethany College en Lindsborg, Kansas, con una beca de atletismo. Pasó todas sus vacaciones escolares con sus nuevos padres, como él les llama, aunque no es adoptado. Dice que nunca pidió nada a sus padres, pero que ellos le brindaron muchas oportunidades en la vida, llevándole consigo de viaje y enseñándole cómo abrirse camino. Los Pickering también tienen dos hijos más a quienes apoyan (aunque no son adoptados): su hijo Justin, con quien se vincularon a través de la organización Big Brothers Big Sisters, y su hija Chassidy, una graduada reciente de Chinquapin.

Jen explica que “cuando tienes hijos que provienen de la peor situación posible, trabajan duro y aprecian todo lo que les ofreces. Para estos niños que han sido reasentados, significa mucho poder tener la oportunidad de salir adelante.” También señala que si nos interesamos por nuestra comunidad local de refugiados y les prestamos apoyo personal, podemos cambiar la vida de las personas. Los Pickering están orgullosos de Nhial, que tiene una visión positiva de la vida y se esfuerza enormemente por devolver lo que le han dado. El padre de Nhial, Dan, describe la experiencia de ser un modelo y una figura paterna como “una gran responsabilidad y una inmensa alegría, todo en uno. Desde que entró en mi vida, siento como si hubiera encontrado un amigo y un hijo al mismo tiempo.”

A raíz de sus observaciones, Nhial afirma que existen algunas diferencias claras entre las familias americanas y las familias sudanesas. Dice que las familias sudanesas tienen una  mentalidad de supervivencia, y que a menudo dan a entender lo que sus hijos pueden y no pueden emprender en la vida, mientras que las familias americanas tienen una mentalidad de inversión y alientan a sus hijos a hacer realidad sus sueños. “Mis padres me han enseñado el valor de la inversión y del trabajo duro. Me han enseñado cómo conseguir riqueza, no sólo material, sino en las relaciones con las personas que se cruzan en mi camino a lo largo de la vida.” 

Contar con una extensa red de apoyo también ayudó a Nhial a conseguir el siguiente objetivo en su vida, a saber, la nacionalidad estadounidense. Nunca sintió que pertenecía a un país, ni como exiliado en un campo de refugiados en Etiopía, ni como refugiado con permiso de residencia en los Estados Unidos. Cuando Nhial estaba aún en Chinquapin, su madrina Betsy comenzó los trámites administrativos con el fin de solicitar la nacionalidad para él y, en primavera de 2007, Nhial pasó su entrevista para obtener la nacionalidad. En septiembre de ese mismo año, juró como ciudadano de los Estados Unidos de América en una ceremonia organizada para 2.000 nuevos ciudadanos. Dice que éste fue otro paso importante para mejorar su vida y la de su familia, y para poder tener un lugar al que llamar hogar.  

Nhial daría otro paso en mayo de 2009, cuando se graduó de la universidad con una licenciatura en Biología y un diploma en Filosofía. Recuerda que ese día dio las gracias en silencio a su madre: “Gracias, madre, por tus esfuerzos y por esos días tan difíciles en el campo de refugiados, donde nunca me abandonaste. Vendiste tu última falda y tu último vestido para que pudiera comer. Pasaste horas enteras bajo un sol abrasador recogiendo del suelo el maíz y el trigo que sobraba, para poder ganar algo de dinero con el que pagar mi matrícula escolar. Me cuidaste cuando estaba enfermo. Nunca podré agradecerte lo suficiente todo lo que has hecho por mí, madre.”

Para Nhial, todo lo que ha conseguido no sólo le ha permitido hacer realidad el sueño de su madre de que su hijo recibiera una buena educación, sino que también le llena de orgullo, al ser consciente de que ha abierto un nuevo camino para las futuras generaciones de su familia.  

La búsqueda

Aunque ya tenía la nacionalidad estadounidense, Nhial dice que cuando llegó a Ghana, en junio de 2010, fue cuando se sintió realmente estadounidense. Había presentado una solicitud para trabajar como voluntario del Cuerpo de Paz de los Estados Unidos de América, en el sector del agua y del saneamiento, con el fin de “devolver” la ayuda y el apoyo que él mismo ha recibido a lo largo de su vida. Sin embargo, tuvo que demostrar continuamente su nacionalidad, en particular cuando llegó por primera vez a su aldea en Ghana, ya que sus habitantes le consideraban “africano”. Se ganó su aceptación con el tiempo y, casi tres años después, ha ayudado a 14 comunidades de Ghana a alcanzar el estatus de “Libre de defecación en espacios abiertos”.

El Cuerpo de Paz de los Estados Unidos de América también ha forjado la visión de Nhial de las plataformas de desarrollo, con respecto a las cuales quiere promover un enfoque de desarrollo comercial. La autosuficiencia es la clave para Nhial, que se ha impuesto una nueva meta: llegar a ser el mejor inversor y empresario social de África en los próximos 25 años.  

La motivación de Nhial es invertir la fuga de cerebros y formar parte de la solución. Pide a su comunidad en Ghana que no “se queden de brazos cruzados, esperando que alguien venga a ayudarles”.  

Cuando concluya su misión con el Cuerpo de Paz, en agosto de 2013, Nhial espera regresar a los Estados Unidos de América y matricularse en una universidad. Quiere hacer una maestría en Empresas Sociales, con el fin de centrase en el reciclado de residuos en energía y en la gestión de la calidad del agua.   

Sin embargo, la madre de Nhial siempre ha estado en sus pensamientos. Han transcurrido más de 15 años desde que dejó a su madre en el campamento de refugiados de Fugnido. Durante nuestra entrevista, en marzo de 2013, Nhial reconoció que su mayor temor era no volver a ver a su madre en vida, para poder hacerle partícipe de todos sus logros y darle las gracias por haber sido su pilar y su fuente de inspiración.   

Trató de encontrar a su madre a través de familiares y amigos. Hace un año, tras una serie de correos electrónicos y pesquisas, recibió el número de teléfono de una mujer que supuestamente vivía en la zona en la que se encontraba su madre. Dijo que su madre le llamaba Wicjal y entonces, milagrosamente, habló con su madre durante tres minutos antes de que se cortara la llamada.

Lo primero que su madre le preguntó fue si estaba sano, y le dijo que el mejor de los regalos era escuchar su voz de nuevo. Nhial le preguntó por ella y por su hermano. Su madre le contestó que el campamento de Fugnido se había disuelto con el establecimiento del Estado Independiente del Sudán del Sur y que había regresado a una zona próxima a Bentiu.

En principio, Nhial había previsto viajar al Sudán del Sur el año pasado, pero la situación del país era insegura y temía por su seguridad. Lamentablemente, en abril de 2013, Nhial tuvo noticias de que su madre había fallecido en el Sudán del Sur. Le invadió un sentimiento de profunda tristeza y de culpabilidad por no haber podido encontrar a su madre y ayudarla. Sin embargo, sigue pensando en regresar al país y en tratar de hallar su hogar familiar y rendir homenaje a su madre.  

De hecho, confía en poder documentar un día este proceso para poder compartirlo, como él mismo afirma, con todos aquéllos que le ayudaron a salir adelante y para mostrar que si se brinda una oportunidad a un refugiado reasentado, éste podrá hacer realidad sus sueños y ayudar a cambiar el mundo.

Él quiere expresar su agradecimiento a todos aquéllos que formaron parte de su transición desde su condición de refugiado hasta su reasentamiento, y que le ayudaron a conseguir una educación superior, en particular sus padres Dan y Jen, su madrina Betsy, Bill y Kathy, Brian Lamore, Catherine Urban, Seth Ireland, Katy Ulrich y todos los docentes y el personal de la escuela de Chinquapin. También quiere dar las gracias a la OIM por facilitar el proceso de reasentamiento de su familia y por contar su historia y, por último, al pueblo estadounidense, por su amabilidad y apoyo, “que me permitieron obtener una educación de la máxima calidad y aportar todos mis conocimientos a la población de África. En particular agradece a todos los habitantes de Houston y de Texas.”